Una de las
primeras cosas que deben cambiar es el hábito alimenticio. Como dicen por ahí, “eres
lo que comes” y si quieres ser una persona sana, debes comer sano. Por eso, el
primer paso en este cambio de hábito es el modificar la manera de comer y lo
que comes.
Primero que
nada, reducir las porciones y aumentar las comidas. En el pasado, podía comer 3
veces al día en grandes cantidades; ahora la idea es reducir un poco las
cantidades y comer al menos dos veces más al día; es decir, introducir al menos
2 meriendas diarias. Con esto, según google (si, todo lo googleo jaja),
aumentamos el ritmo del metabolismo; quemando más calorías.
El segundo
paso, es reducir considerablemente los carbohidratos. Todas mis comidas
incluían altos niveles de carbohidratos; léase pan, arepas, arroz, tajada,
papas, etc.; incluso podían ser varios por comida. La idea es comer
carbohidratos sólo en la mañana (durante el desayuno) y que sea carbohidrato
altos en fibra (arepas con afrecho, pan integral, pan pita integral, etc.). Del
resto, aumentar las proteínas bajas en grasa en las comidas fuertes. Para las
meriendas, en la mañana pueden ser frutas (por su contenido de azúcar natural)
y en las tardes, una gelatina de dieta, merengadas de proteínas 100% (como las
de “ni una dieta más”, que no tienen los aditivos que sin supervisión pueden
causar problemas), etc.
En el
desayuno, es bueno incluir proteínas, como huevo revuelto y atún. EL guiso de
atún me he dado cuenta que tiene muchos beneficios que pueden ayudar en las
mañanas. Además es importante bajar el contenido graso de la comida; tratar de
erradicar el queso y leche de la dieta. Si es necesario, lo mejor es tomar
leche descremada y queso blanco bajo en grasa (el queso amarillo, aunque en lo
personal es el mejor, puede llegar a afectar negativamente los valores
nutricionales).
En general,
recuerda: “eres lo que comes” y piensa, ¿cuáles fueron tus últimas comidas?
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